Las semillas se conocen popularmente como pelo de oro. Su presencia significó que en la posguerra muchas familias pudieran subsistir cultivando un puñito de tabaco, en un trabajo en el que colaboraban todos sus integrantes. Por la noche, las mujeres hacían guardia en los semilleros de postura ('plantas pequeñas de tabaco'), con antorchas encendidas, para evitar el ataque de las roscas ('gusanos que aparecen tras la puesta del sol').
El puro palmero es sinónimo de calidad, de trabajo bien hecho. Algunos interesados, aprovechando su fama, pretenden denominar palmeros otros tabacos realizados fuera de la isla. Uno de los valores más codiciados de este tabaco es su aroma, que se consigue con las buenas cosechas en las zonas de La Caldera de Taburiente, La Rosa (Villa de Mazo), Breña Alta, Breña Baja, El Paso y Santa Cruz de La Palma.
Elaborado el puro, comienza la ceremonia ritual del buen fumador: los expertos se enjuagan la boca para saborearlo mejor, lo aprietan cerca del oído para oír si cruje mucho o poco dependiendo de la humedad, lo encienden con fósforo de palo y, se relacionan con él relajados y tranquilos, dejándose envolver por su aroma.


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